En 2010 la Fundació Roger Torné realizaba una entrevista a Josep Carreras para la Revista Cuadernos del Aire. En esta, el cantante transmitía: “un consejo respecto a la respiración: es importante inspirar por la nariz para así evitar las impurezas, nuestra nariz funciona como un filtro de aire y debemos aprovecharla”, y añadía: “es muy importante respirar aire puro. La contaminación ambiental es un grave problema en nuestro planeta, con el que estoy muy sensibilizado.”
Pero este interés que Josep Carreras mostraba en 2010 hacia la contaminación, lo comparten científicos de todo el mundo hoy en día. Estos siguen preocupándose en conocer a este gran desconocido que contamina nuestro aire y se introduce a través del sistema respiratorio en nuestro organismo, hasta llegar al cerebro, según demuestra un reciente estudio llevado a cabo por prestigiosos científicos españoles del ámbito de la salud y del medio ambiente.
El estudio, publicado en enero de 2016 en Neuroimage, y del cual se hace eco SINC, afirma que el proceso de madurez cerebral está estrechamente ligado al aire que respiramos, ralentizándolo y produciendo cambios en el cerebro asociados a su funcionalidad[1]. Por este motivo, tal y como afirma el artículo, los niños son los más vulnerables a los efectos medioambientales, puesto que se encuentran en plena fase de desarrollo.
Para valorar el alcance de dichos posibles efectos de la contaminación urbana en la maduración cerebral, se tomaron en cuenta indicadores generales de emisiones de los vehículos, como carbón elemental y dióxido de nitrógeno (medidos en el entorno escolar), y se llevó a cabo una evaluación de imágenes completa.
Se efectuaron resonancias magnéticas a un grupo de 263 niños de entre 8 y 12 años, para cuantificar los volúmenes cerebrales regionales, la composición tisular, la mielinización, el grosor cortical, la arquitectura del tracto neuronal, los metabolitos de membrana, la conectividad funcional en la redes neuronales principales y la dinámica de activación/desactivación durante la actividad sensorial.
Los resultados mostraron cambios cerebrales de naturaleza funcional, sin efectos evidentes en la anatomía, estructura cerebral o en los metabolitos de membrana. En concreto, se asoció un contenido de contaminantes más elevado a una integración funcional y a una segregación en las redes cerebrales implicadas en los procesos mentales internos y en las operaciones mentales inducidas por los estímulos. Edad y resultados mostraron un efecto opuesto al de la contaminación. Es decir, cuanto mayor era la exposición a la contaminación, más lenta resultaba la maduración cerebral.
La conclusión a la que llegaba el estudio era que la contaminación del aire en las ciudades parece tener un efecto adverso en la maduración cerebral en una edad crítica, con cambios específicos en su aspecto funcional.
A la luz de los resultados, evidenciándose que la contaminación produce daños en el cerebro de los niños, que afectan a su desarrollo cognitivo y, por ende, educativo, no podemos descartar que dichas consecuencias probablemente tengan efectos sistémicos en su evolución personal y social. Como afirmaba Josep Carreras en la entrevista concedida a la Fundació Roger Torné, “los niños y niñas son nuestro futuro y es nuestra responsabilidad que crezcan de la manera más saludable posible. Es importante que, cuando algún día hagamos balance de nuestra vida, podamos sentirnos satisfechos de lo que hemos aportado a nuestro planeta”.
[1] Pujol J, Martinez-Vilavella G, Macia D, Fenoll R, Alvarez-Pedrerol M, Rivas I, Forns J, Blanco-Hinojo L, Capellades J, Querol X, Deus J, Sunyer J. Traffic pollution exposure is associated with altered brain connectivity in school children. NeuroImage 2016;129:175-184.